La triste historia de su vuelta

Se fue, desapareció sin decir adiós, no voy a mentir me dolió. Como lo he dicho es de esas que se van sin despedirse, pero dejo un corazón vacío e ilusionado. 
Pasa mayo, llega junio, y con este los exámenes, los errores de enero pasan factura, el estrés se manifiesta, la duda invade, la curiosidad hace caer al vació...las noches en vela y los cafés que no falten. 
Pero también aparece el calor, la piel comienza a desear el fresco de la brisa del mar, en las calles gente con poca ropa mostrando su piel pálida, morena, negra, amarilla o quizás morada.
Yo en una habitación ajena, sintiendo el zumo de luna de la persona equivocada, donde mi corazón no late encima del otro ser, porque no siento nada…absolutamente nada...placer por placer, como si de un animal se tratara.
Ella haciendo vida familiar, despierta, y se siente vacía, quiere salir de la monotonía, correr sin parar hasta encontrar a alguien que le despierte magia en su cuerpo.
Se acuerda del chico misterioso que conoció en primavera, y que le basto un día para enseñarle un mundo paralelo distinto.
Un salón, una televisión, un cigarrillo, una cerveza, la camiseta tirada, el perro dormido y ring…ring… es ella, el corazón se acelera, los nervios aparecen, la fatiga me anula, la rabia acompañada de su primo los reproches aparecen.
Una nueva cita, un golf negro, ropa de verano, calor...mucho calor, un beso frio lleno de dudas, y un recorrido en dirección a la playa.
Arena, la brisa cae sobre el cuerpo, niños corriendo, gente tomando el sol, tragos múltiples de agua y cerveza, la sangría que no falte.
Un bikini, un bañador, protector solar, estamos listo para que el agua recorra nuestros cuerpos, ella encima de mí, dejando que el mar mueva su cuerpo encima del mío.
Conversaciones, su vida sin mí, la mía sin ella, historias, aflicciones, nuevos proyectos, vamos una conversación intensa como en la primera vez.
El sol se comienza a retirar, para darle paso a la luna, dos cuerpos acostados en la arena, dos corazones latiendo. Es hora de marcharse.
Su casa, su pareja y un parque abajo, dos miradas se cruzan, y ese maldito abrazo de despedida que despierta el instinto animal, comienza a bajar su cabeza, sus labios en mi cuello, yo suspirando, y después un beso, entre farolas y personas pasando...otro beso...y la despedida, no podía detenerla. Desde la distancia observaba como se marchaba y que esta vez sí era para siempre, mis ojos llenos de lágrimas.
Desde ese día no la he vuelto ver, recibo una foto de ella al mes acompañada de un poema, hasta en eso nos parecíamos... los Charles nos unían ella me enseño a entender a Charles Bukowski, mientras yo le recitaba a Charles Baudelaire… pero no fue suficiente, muchas barreras teníamos que eliminar para estar juntos, pero ni ella, ni yo estábamos dispuestos hacerlo. 
Solo queda el anhelo, la duda de siempre “que hubiera pasado”, y las ganas de siempre “tendría que haberlo hecho”, pero solo queda eso , que es nada… En su cama se acuerda de ella, mientras ella duerme con una persona que no le llena… Y de esta manera acaba la historia de “La mujer que me robo el sueño y se marchó”.

La segunda parte de " Imposibilidad de una edad prematura", aquí dejo los enlaces de las otras partes:
1. "La mujer que me robo el sueño y se marchó"
https://zumodelunallena.blogspot.com.es/2016/06/la-mujer-que-me-robo-el-sueno-y-se.html
3. " Una carta para mi niño egocéntrico"
https://zumodelunallena.blogspot.com.es/2017/02/una-carta-para-mi-nino-egocentrico.html

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