La mujer que me robó el sueño y se marchó

Humedad de primavera, aire fresco de abril, un grito profundo que saca todo lo que lleva dentro, llora, sonríe, recuerda, aprende, se levanta y tic tac ... tic tac... tic tac... despierta.
Un nuevo día, una app de citas, un corazón, un like, un match, una conversación intensa, dos interlocutores y entonces comienzan las admiraciones acompañadas de su hermana la curiosidad. 
La intriga por conocer si la persona que está al otro lado es real, lleva a un encuentro espontáneo, ella 31 y él tan solo 22...
Un vestido, un escote, maquillaje, gafas de pasta, labios rojos, está lista para sorprenderle. Una camisa de cuadros, un pantalón pitillo, náuticos, un tupé... él se encuentra con los nervios a trote, jamás había estado en una situación similar.
Calles, tiendas, direcciones, un recorrido, un mendigo, un captador de socios, un músico, al fondo ella esperando que el semáforo se ponga en verde. Una cerveza, un Gin Tonic, un camarero, dos ancianos, un blues de fondo, un ambiente perfecto para iniciar una conversación llena de historias, de filosofía, de psicología, de constelaciones, de su vida y de la mía... no puede evitar sentirse atraído por su madurez y sencillez, ella no puede evitar sentirse confundida y atraída por su voz.
Comienzan las poesías por las mañanas, las llamadas a mitad noche donde la falta de sueño provoca que surjan esas palabras que no salieron durante el día, a todo esto, le siguen los besos, las caricias, los abrazos y un día desaparece. Puedo asegurar que no era perfecta, pero que es de esas personas que se van sin despedirse y vuelve sin ser llamadas, que es de esas que canta por las calles y sonríe sin parar, que es de esas que si no puede decírtelo con palabras te lo dice con poesía... poesía es lo que siento cuando me llama.

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