Andrea

Aparecí en tu vida fingiendo casualidad, no soy de esa clase de personas que cree en la casualidad. Cuando me acerque a ti, era porque sabía que tú podrías convertir mi sangre negra en roja.
Todo comenzó con un mensaje discreto, vamos lo normal, después vinieron las provocaciones y con ellas las sonrisas tímidas, continuaron las indirectas acompañadas de sus hermanas las directas, vamos lo normal.
Ella es de esos amores de infancia que por múltiples prejuicios nunca acaban siendo reales. Parece ser de esas chicas ácidas que te traen el café por la mañana acompañado de un beso dulce que lleva detrás un “desayúname”.
Idealizarte se ha convertido en mi mayor afición, soñarte ya es mi vicio, y esperar tu mensaje durante el día es mi aspiración.
Todo pasa tan rápido, que el tiempo y los mares nos alejan, tú en tu habitación yo en la mía, dos teléfonos haciendo de intermediarios. Puede que sea precipitado cruzar la barrera sensorial o puede que me esté tardando en tocar tu piel morena, en mirarte a los ojos, en tocar tu cintura.
Puede ser que la vida me espere debajo tus jeans, encima de tus converse, arriba de tu boca, a la izquierda de tus caderas y a la derecha de tu cuello.
A lo mejor la heroína esta haciendo su efecto y estoy delirando, pero te seguiré buscando, porque me traes la alegría por segundos, por tu forma de hablar, por tu lenguaje a favor de mi pasado.


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